XVII

Un grupo de personas transita por calles sin asfaltar, rodeados de casas destartaladas, de forma despreocupada, medio adormecidos. A un lado de la calle, sobre una tarima de madera, un cordero lechal manchado de sangre, tembloroso, MIRA cómo cuelgan de las patas, a la altura de su cabeza, los cuerpos sin vida de tres corderos, con el cuello seccionado hábilmente para que se desangren, gota a gota. Olfatea el aire, en busca de algún olor familiar, y sigue con la mirada el movimiento oscilante de unos cadáveres, de adelante hacia atrás, que pocas horas antes le amamantaban, lamían y daban calor. Ningún hombre debería intentar describir la percepción de la antesala del horror en los ojos del animal ni mucho menos obviarla.

XVI

Las palomas entrarán a formar parte de las páginas más gloriosas de la historia de la biología por una colaboración desinteresada, pero muy oportuna, y su sacrificio en los altares de la  ciencia. Hans Krebs dedujo el funcionamiento del ácido cítrico, el famoso ciclo de Krebs, a partir de cuidadosas observaciones sobre la oxidación de diferentes compuestos de carbono en muestras trituradas de músculo de pechuga de paloma. Resulta difícil no imaginar al investigador acercándose a la jaula de las aves, con aparente normalidad, relajado; proceder a su captura y posterior muerte, y dar por concluido el ritual con un metódico triturado de la carne. Al cabo de un rato, después de limpiar sus dedos de restos orgánicos, alimenta con su propia mano a los ejemplares vivos.