XXXVIII

Ve llegar el coche al momento. Antes de que el conductor salga del vehículo corre a ponerse debajo. Justo en la zona del motor. Necesita calentarse cómo sea. Lleva varios días sin comer apenas; la oscuridad es cada vez más fría, más inhóspita. No aguantará mucho más tiempo. Está débil, agotado, temblando. No sabe si sobrevivirá a esta noche. El calor es su único dios; lo ama con todas las fuerzas que le quedan. Los habitantes de las torres iluminadas y calientes, que circundan la zona de aparcamiento improvisada, hace tiempo que han dejado de apreciar su propia vida. No saben que están vivos. El gato cierra los ojos; el calor que emana del coche inunda su cuerpo. Quizá mañana todavía vea salir el sol.

XXXVII

Primero, la avispa se pone a tomar el sol a su lado. Estaba en su derecho. Luego, a medio camino del descenso por la montaña, un cuervo se posa a pocos metros con sus alas de reflejos metálicos, grazna, y desaparece por el valle. Ninguna objeción. Al final, una miríada de insectos revolotean alrededor de unos frutos rojos globulares, maduros y olorosos. La trama orquestada por tres colores, amarillo, negro y rojo, bastan para resumir un día.