XXI

A medida que caminaba entre las hierbas, centenares de pulgones de todos los colores, verdes, rojos, marrones, negros, se aferraban a sus piernas y ascendían como por las columnas de un templo andante, nueva especie de árbol en movimiento. Cuando el peso de la capa de insectos, por acumulación, alcanzó un determinado valor límite, el cuerpo se tambaleó durante unos instantes, giró sobre sí mismo y acabó derrumbándose, sepultado bajo una nube multicolor palpitante. El sueño había empezado.