VII

Al despertar, se encontró con que el gato le miraba fijamente a los ojos, desde el borde de la sábana; inmóvil, sin pestañear, con la concentración que sólo un depredador puede tener, escrutaba su rostro como si intentara desentrañar el mayor de los misterios, sondear las profundidades del alma, cazar hasta el último de sus pensamientos y su sueño más oculto. Comprendió que en nuestra ausencia, cuando miramos a otro lado, hay otros mundos, se celebran fiestas concurridas a las que nunca asistiremos, rituales secretos olvidados. Vidas paralelas contemplan la vida del hombre, no sin asombro.