XVII

Un grupo de personas transita por calles sin asfaltar, rodeados de casas destartaladas, de forma despreocupada, medio adormecidos. A un lado de la calle, sobre una tarima de madera, un cordero lechal manchado de sangre, tembloroso, MIRA cómo cuelgan de las patas, a la altura de su cabeza, los cuerpos sin vida de tres corderos, con el cuello seccionado hábilmente para que se desangren, gota a gota. Olfatea el aire, en busca de algún olor familiar, y sigue con la mirada el movimiento oscilante de unos cadáveres, de adelante hacia atrás, que pocas horas antes le amamantaban, lamían y daban calor. Ningún hombre debería intentar describir la percepción de la antesala del horror en los ojos del animal ni mucho menos obviarla.