XXIX

Sopla una ligera brisa que apenas disminuye la sensación de calor. Todo está en calma. El canto de alarma de las urracas ante la presencia de gatos llega demasiado tarde. Aunque los pájaros huyen en todas direcciones de forma ruidosa, el salto ya se ha iniciado. Las plumas vuelan en el aire y un cuerpo de una agilidad prodigiosa se retuerce en el aire para atrapar con sus garras un pequeño pájaro. Caen la presa y el depredador entre las ramas, las hojas desprendidas acompañan la caída; unos dientes afilados se clavan en la nuca del ave en el momento del impacto contra el suelo. La tragedia de la escena desaparece tan rápido como apareció y sólo se observa el paso alegre del felino que trae la presa entre sus dientes. Los pájaros vuelven a cantar como si no hubiera pasado nada.