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En las inmediaciones de un parque, un adolescente da comida a las palomas; ante el regocijo general de sus compañeros, cuando se acercan para comer, les propina una patada. Los pájaros se alejan. Vuelve a darles comida y repite de nuevo la operación. Se acercan y las patea. Así varias veces. La escena es motivo de risas cómplices. Es posible que crean que demuestra la superioridad del hombre y la estupidez congénita de la paloma, pero quizá las aves les están sometiendo a una prueba, tienden una trampa, quieren ver hasta dónde son capaces de llegar, cuántas veces repetirán como autómatas la misma secuencia de actos y extraerán placer de ello. Las palomas vuelan.