X

Hay una mezcla de sorpresa y temor, de paz y guerra perpetuas, armonía y discordancia sin fin, cuando se advierte que el animal que uno tiene al lado también respira, al oír su respiración, cómo inspira y expira una columna sonora, casi pesada, de aire caliente. El ejercicio espiritual obligado es acompasar el ritmo de la respiración hasta formar un solo soplo, ascendente y descendente,  mientras se sueña con un único, aunque multiforme, hálito vital, de los pasajeros quiescentes del planeta Tierra.