XI

El paraíso para los gatos es la noche y un árbol iluminado por la luna llena; esta sola percepción, asequible al más común de los mortales, basta para echar por tierra, refutar de una vez por todas, cualquier especulación religiosa sobre la realidad de los paraísos y vergeles con que la especie humana se regala la vista, llenos de luz, manantiales y árboles frutales, expurgados de oscuridad, sombra y tinieblas. La noche no tiene por qué ser el mal a combatir, el origen de los miedos atávicos y más recónditos del alma. El mundo animal supone la imposibilidad de una visión unificada del mundo.